“(…) intentar
comunicarme con un público no especializado, tratando de decodificar ideas y
conceptos que muchas veces no logran bajar del Olimpo de las tecnocracias.”
Hace
ocho años estaba haciendo antesala en el ministerio de agricultura cuando sonó mi
teléfono. Era Maricela Herrera para
preguntarme si tendría interés en ser parte de los columnistas de la sección
económica de Prensa Libre. La idea me atrajo mucho así que no tuve que pensarlo
demasiado.
Fue almorzando
con mi padre en el restaurant Altuna que le encontré un nombre al espacio:
Economía y Desarrollo. Porque eso era
justamente lo que quería comunicar en mis artículos: que la Economía como
disciplina sólo tiene sentido en la medida que logra conectar con ese anhelo
natural que todos los seres humanos tenemos de mejorar nuestra condición de
vida, es decir, desarrollarnos individual y colectivamente.
Así fue
como zarpé con uno de los temas que más me apasiona: política social. Una, dos, tres columnas. Y muy rápidamente comencé a recorrer otros senderos
cercanos. Pobreza, desigualdad, empleo, micro
finanzas, desarrollo rural, instituciones, política pública, en fin. Son tantas las áreas del desarrollo sobre las
que se puede escribir, que afortunadamente temas nunca hicieron falta.
Siempre
fue un aporte que di sin retribución económica alguna. Eso sí, procuré cumplir semana a semana. Y fueron contadas las veces que caí en falta,
muchas de ellas por estar en alguna región remota de este continente, donde la
conectividad es muy precaria o inexistente.
Tengo
muchas anécdotas que he ido recogiendo en el camino. Como aquella columna que tuve que escribir en
el teclado de mi BlackBerry porque no tenía computador en la aldea donde estaba
trabajando. O aquel otro mensaje que me
escribió un maestro desde una escuela rural en Huehuetenango para agradecerme
por el material que le ayudaba a preparar sus clases para muchachos de
secundaria. O aquella otra columna que
escribí durante una misión a Haití, con un nudo en la garganta, pues es una de
las experiencias más fuertes que he tenido en mi vida profesional.
Desde
el principio me propuse cuatro objetivos.
Primero, intentar comunicarme con un público no especializado, tratando
de decodificar ideas y conceptos que muchas veces no logran bajar del Olimpo de
las tecnocracias. Segundo, democratizar
literatura a la cual las grandes mayorías tienen poquísimo acceso. Convertir información privilegiada en
conocimiento público. Tercero, dar
prioridad a temas estructurales que explican nuestro atraso. Esos de los que se habla poco porque
generalmente se los traga la coyuntura.
Y cuarto, mantener disciplinadamente el espacio todos estos años,
viviera donde viviera, porque así me mantenía vivo y vinculado con mi
país. Mi país, esa noción-territorio que
tanto me ha dado y por el cual mi familia ha trabajado por generaciones para
tratar de hacerlo un espacio cada vez más vivible. Todos estos objetivos, dicho sea de paso,
siguen siendo válidos para mí, por lo que dejaré que sigan orientando mi acción
profesional.
Pero
todo tiene un ciclo y hoy me toca poner un hasta aquí. Economía y Desarrollo en Prensa Libre llega a
su fin. Lo digo con una mezcla de nostalgia
y satisfacción por la labor cumplida. Toda
esta tinta, tiempo y reflexión me han enseñado mucho. Y esto no hubiera sido posible sin una
audiencia con quien intercambiar. Por
eso permítame darle las gracias a usted, que me leyó una o varias veces, que
compartió o no mi opinión. Debo decirle
que fue su lectura crítica mi mayor motivación siempre.
Así, con
la misma frase de aquella primera columna en julio de 2007 termino hoy esta “travesía editorial agradeciendo a Prensa Libre por el ofrecimiento de
un espacio en sus páginas para discutir temas económicos y del
desarrollo”.
Por ahora seguiré publicando semanalmente en
mi blog http://ekonomiaydesarrollo.blogspot.com/. Luego veremos a dónde más me llevo mis cinco
len.
Animo Tomás, ya te abrirán la puerta en otro lado donde puedas seguir aportando esta información y análisis valiosos. Saludos!
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