“El desarrollo no sucede por decreto ni baja desde las capitales ni se construye solamente con instituciones y financiamiento del gobierno central.”
El
último conflicto armado en América Latina se está negociando. Y todo apunta a que esta vez tiene bastantes posibilidades
de alcanzar acuerdos. ¡Ojalá! Colombia y los colombianos se lo merecen. Un país con tanta diversidad y riqueza humana
y natural tiene que darle vuelta a esa página de su historia de una buena vez.
La
agenda de negociaciones entre ambas partes se ha construido alrededor de cinco
ejes, uno de los cuales se refiere al desarrollo rural con equidad y la búsqueda
de soluciones al problema de la tierra.
Los demás tienen que ver con desmovilización y reinserción política de
las FARC, desarme, cese del narcotráfico como actividad principal de
financiación y resarcimiento a víctimas del conflicto.
El
lunes pasado nos dimos cita en Bogotá para escuchar por un día completo voces de
especialistas, actores políticos, servidores públicos, académicos y actores de sociedad
civil. Todos reflexionando bajo una
pregunta marco: ¿qué significa hablar de desarrollo rural en una sociedad
postconflicto?
Invitamos
al conversatorio al Secretario Técnico de la Presidencia de El Salvador, Dr. Alexander
Segovia, para que nos compartiera algunas reflexiones a partir de la
experiencia de su país tras dos décadas de finalizado su conflicto armado. Las coincidencias en los análisis de
colombianos y salvadoreño fueron evidentes.
La ansiedad respecto a cómo lograr ese tan elusivo desarrollo rural
también lo fue. No hay balas de plata ni
fórmulas únicas.
Resonó
con mucha fuerza que el mundo rural está en el corazón de la negociación. Algo hasta cierto punto natural, pues es en dicho
espacio donde el conflicto se desarrolla, donde están combatientes, donde se
dan las diferencias, donde se observan las mayores brechas de bienestar, donde
la presencia del Estado es más baja. Y
en el postconflicto, será el espacio rural donde también tocará coexistir a
víctimas y victimarios. Por tanto, es la
ruralidad el territorio donde la paz debe ser construida.
De
igual forma quedó en el ambiente la urgente necesidad de recuperar
instituciones públicas que atienden lo rural.
Haberlas desmantelado lo único que ha hecho es generar un gran vacío,
sentido principalmente por aquellos que más lo necesitan: pequeños productores
pobres.
La
experiencia salvadoreña nos señala que el postconflicto no tiene solamente una
dimensión de reinserción económica y social sino también política. Y que dependiendo de la correlación de
fuerzas, es justamente allí, en la reinserción política inmediata y plena, donde
se juega la sostenibilidad de lo negociado.
La participación del FMLN, en gobiernos locales, parlamento, después en
el gobierno de San Salvador y finalmente haciéndose del poder Ejecutivo así lo
sugieren.
Pero
además, el modelo de desarrollo rural en el postconflicto debe construirse
sobre la base de una activa participación de actores en los territorios. El desarrollo no sucede por decreto ni baja desde
las capitales ni se construye solamente con instituciones y financiamiento del
gobierno central.
Finalmente,
nos recordaron cómo la ruralidad no puede concebirse al vacío. Es decir, sin tener en cuenta lo que sucede
en el ámbito urbano. Es precisamente de
la interacción entre ambos espacios que se logrará, cerrar las enormes brechas campo-ciudad
que hoy existen, haciendo una realidad concreta conceptos como crecimiento con
equidad.
Salí de
la reunión con dos reflexiones. La
primera, admirando la capacidad que tenemos los seres humanos – sobre todo
aquellos que han corrido con mucha menos suerte en la vida – de ver siempre
hacia adelante. Seguramente porque han
aprendido a hacer de la adversidad un acicate para sobrevivir. La segunda, en la necesidad urgente que tiene
Guatemala hoy de nutrirse de ideas frescas, de mantener abiertos canales de
comunicación entre segmentos de población que, cohabitando un mismo territorio,
nos seguimos mirando unos a otros como a seres de otro planeta.
Prensa Libre, 25 de abril de 2013.
Prensa Libre, 25 de abril de 2013.
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