“(…) la protesta
gradualmente comienza a combinarse con propuesta y con mucha auditoría social.”
La crisis
no ha concluido. Al contrario,
evoluciona y avanza. Se alcanzó el punto
en que la vicepresidenta debió retirarse del cargo con mucha pena y nada de
gloria. Eso en sí mismo es un importantísimo
logro para nuestra democracia, pero a la vez es un hecho insuficiente para
atender las demandas sociales y salir del bache. La presión social no va a menguar, más bien seguirá
in crescendo hasta que se llegue a reformas sustantivas.
Ahora la
protesta gradualmente comienza a combinarse con propuesta y con mucha auditoría
social. Así debe ser y así debe
continuar. La estrategia de hacer las
concesiones políticas mínimas necesarias para mantener a flote esta decadente administración
hasta enero de 2016 –o cuando menos hasta septiembre de 2015– no aplica.
Dos hechos
así lo confirman. Primero, el fallido
intento del presidente de conformar una comisión de tecnócratas notables para
conducir un proceso de reforma de la SAT.
Y segundo, la oposición y suspicacia que despertó la terna para candidatos
a la vicepresidencia, tanto en su versión original como modificada a última
hora. Todas personas del régimen, que no
dan garantía alguna de poder cumplir una función fundamental en los meses por
venir.
¿Por
qué digo función fundamental? Porque la ciudadanía comienza cada vez más a
construir en su imaginario una ruta crítica con básicamente dos
escenarios.
Por un
lado, está el escenario en que se preservan las reglas actuales del juego y se
designa un vicepresidente, para luego pedir la renuncia del presidente, e
inmediatamente después ir detrás de una reingeniería profunda al sistema
político e instituciones clave. Si tal
cosa se cumple, con la designación del vicepresidente de facto estamos ante la
elección de una persona que deberá asumir interinamente la conducción del
Ejecutivo.
Por el
otro, está un escenario de cambio más radical e inmediato, que aprovecha el
momentum, exige directamente la renuncia del presidente, pero además la
suspensión de las elecciones, la conformación de un gobierno provisional
integrado por personas honorables, y la implementación de una reforma del
Estado.
Ambos
escenarios convergen en dos cosas: a) necesidad de reformas de fondo con mucho
diálogo social, b) actores con real capacidad de liderar la transición, y no
solamente llevar a término una administración colapsada en tanto llega la
siguiente.
Cualquiera
sea la ruta que finalmente adoptemos, dentro del grupo de reformas una agenda
mínima comienza a tomar forma. 1)
restructuración por la que debe pasar la SAT para evitar que más recursos
públicos sigan desviándose a través de redes de defraudación fiscal; 2) juicio
contra personas individuales y jurídicas que defraudaron al fisco; 3) cambios a
la ley de partidos políticos, para que transparenten las fuentes de
financiamiento, a la vez que se creen los mecanismos para una competencia más
equitativa entre diferentes organizaciones; 4) modificaciones al sistema de
elección de diputados para que, entre otras cosas, se ponga límite al número de
relecciones y se eliminen el mecanismo de elección por listados.
Probablemente,
una vez superada esta primera etapa de protesta y agenda mínima, el paso
inmediato deberá ser llamar a una asamblea nacional constituyente, que permita concluir
todo el proceso con una refundación del contrato social que los guatemaltecos
queremos para las siguientes décadas.
Así, el
cóctel para encauzar esta crisis se compone de tres ingredientes básicos: primero,
durante las semanas y meses por venir, mucha, muchísima movilización y protesta,
pacífica pero sostenida, combinada con un ejercicio de identificación de
liderazgos honorables; segundo, permanente auditoría social de las acciones de
los tres poderes del Estado, ejercida en redes sociales, plazas y foros, pero
también desde dentro de las instituciones, con el concurso de la burocracia que
apoya el cambio; y tercero, mucha capacidad de propuesta para impulsar aquellas
reformas que ya han sido identificadas como los principales cuellos de botella
para el saneamiento de nuestro sistema político.
¡Eso
sí, hay que estar muy vigilantes y dispuestos a salir a la calle en cualquier
momento!
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