miércoles, 17 de septiembre de 2014

¿No más viento en cola?

“(…) ¿y todas estas macro tendencias por qué parece que nos son tan ajenas en Guatemala? ¿Nos aplica el mismo diagnóstico?”

La última edición de la revista The Economist hace un interesante análisis sobre convergencia económica mundial en el cual básicamente plantea que después de muchos años de bonanza y viento en cola en el mundo en desarrollo, con la reducción en tasas de crecimiento en países en desarrollo, la historia del “catch up” comienza a perder tracción.  En otras palabras, las vacas gordas enflaquecieron y con ello la ilusión de poder cerrar la brecha que nos separa de los países industrializados algún día más o menos cercano se vuelve a alejar.  

Pero además de la tesis y evidencia empírica que presenta el artículo, la nota es un buen repaso por las diferentes teorías de crecimiento que los economistas hemos manejado durante los últimos 60 años.  Desde la idea de la convergencia “a secas” entre países desarrollados y en desarrollo, pasando por versiones más cualificadas como la convergencia condicional –definida por niveles similares de capital humano  e inversión–, el papel que juegan las instituciones –en los países en desarrollo con una lógica más bien extractiva versus instituciones en países desarrollados que ven por el interés de la mayoría–, y el papel que juegan variables como el clima y la ubicación geográfica en el desempeño general de las economías.  

Volviendo al argumento central, la explicación que da para los años de prosperidad y dinamismo es una conjunción de factores: reformas de mercado implementadas en muchos de los países en desarrollo durante los años noventa, macroeconomías estables, bajas tasas de interés, altos flujos de capital, crecimiento en los precios de commodities (hecho favorable para economías dependientes de recursos naturales), intensificación del comercio global e innovaciones tecnológicas que permiten ahora cadenas de suministro más largas y complejas entre regiones y países.   

Para terminar, la nota deja plantadas lo que yo considero un par de provocaciones a analistas y hacedores de política.  La primera tiene que ver con el papel central que alguna vez se le dio al desarrollo del sector manufacturero y que en apariencia pierde dinamismo cada vez más.  Es decir, desarrollo ya no significa industrializarse sino movilizar trabajadores desde la agricultura hacia ocupaciones en centros urbanos y en el sector servicios. 

La segunda provocación la sentí casi como golpe bajo cuando leí esta frase: (sic) “muchas de las economías que se beneficiaron menos de esta última ola de convergencia son casos duros, donde la infraestructura está menos desarrollada, los gobiernos son muy corruptos, y la seguridad básica es una preocupación constante”.  (Por un momento me dieron ganas de voltear a ver hacia otro lado, pero no tenía hacia dónde más ver). 

Por supuesto que como ciudadano de un país pequeño con una economía abierta y una sociedad muy compleja, la pregunta que me hago cada vez que leo este tipo de reportes mundiales es: ¿y todas estas macro tendencias por qué parece que nos son tan ajenas en Guatemala? ¿Nos aplica el mismo diagnóstico? ¿por qué durante las últimas dos o tres décadas no hemos sido capaces de detonar nuestro propio proceso de convergencia con otras economías más desarrolladas, aunque sea por períodos cortos de tiempo? ¿Será que equivocamos la secuencia de reformas y medidas de política que debemos implementar para generar mayores y más prolongados niveles de crecimiento económico y desarrollo social? ¿Por qué nuestras elites no discuten y reflexionan más sobre tales temas?    

Pensé también en lo oportuno que sería forzar desde la sociedad civil a nuestra clase política en contienda para que nos den su lectura de estas tendencias y nos hablen de su estrategia de crecimiento económico en caso lleguen a hacerse del poder político en el próximo ciclo.  Tienen menos de un año para intentar responder, señoras y señores candidatos.  Quedamos a la espera.

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